MUY FELIZ PASCUA DE RESURRECION, LES DESEAN LA COMUNIDAD JOSUE
Mi Semana Santa - Autor: Juan García Inza
Hola amigo, de nuevo me pongo en contacto contigo. Ya ves que me gusta comunicarme. Mira, habrás observado que durante mi vida terrena yo no escribí nada públicamente. En la escuela a donde fui en mi pueblo naturalmente que aprendía a leer y escribir. Y llené bastantes pergaminos sobre textos sagrados. Pero nada de eso se guardó. Durante mi vida pública preferí hablar, hablar mucho, porque ya sabes que soy el Verbo, la Palabra del Padre. Y ya se encargaron mis discípulos de poner por escrito parte de lo que dije e hice, y ahí lo tienes en las Sagradas Escrituras.
Hubo una vez, cuando querían apedrear a una pobre mujer que había pecado de adulterio, ante el griterío de las gentes y las preguntas capciosas, me agaché y escribí unas palabras en la arena. Más bien fue un signo, un mensaje de amor, pero pronto se borraron con las pisadas de los que se iban marchando. Al menos parece que se quedaron grabadas en sus corazones, pues nadie le hizo nada a esa pobre mujer. Somos muy duros a la hora de juzgar, y nos cuesta perdonar.
Quisiera hablarte hoy de MI SEMANA SANTA. Sí, esta semana podemos considerarla como más mía que otras, ya que voy a celebrar con mis amigos acontecimientos muy importantes de mi vida y de todos los que me siguen. En estos días en casi todos los pueblos me sacan a la calle en una inmensa variedad de imágenes. Voy a ocupar, a pesar mío, el centro de muchas miradas, voy a ser el protagonista. Exactamente igual que ocurrió en aquella semana de mi Pasión y Muerte. También fui el centro de muchas miradas. Algunos compartieron conmigo ciertos acontecimientos, no todos. Otros callaban y admiraban. Unos cuantos maquinaban la manera de eliminarme. La masa, desconcertada se dejó llevar por los de siempre. Realmente fue una semana de gozos y de dolores profundos. Entré alegre en Jerusalén, la ciudad sagrada, y me acompañaba un gran gentío con palmas y olivos. Celebré la Última Cena con mis Apóstoles en un ambiente íntimo, profundo, tenso… Hablé mucho de amor, de fraternidad, de unidad. Allí hice mi mayor locura de amor, como fue el milagro de la Eucaristía y di el poder de Consagrar a los sacerdotes para estar siempre con vosotros.
Allí quise dar una práctica lección de humildad y servicio lavando los pies a mis amigos. Allí insistí hasta la saciedad que el mandamiento principal del cristiano, del hijo de Dios es el amor… Y allí experimenté el profundísimo dolor de la traición de uno de los míos. Así son las cosas humanas. Y así es el respeto que Mi Padre y Yo tenemos a la libertad de los hombres.
Vino aquella dramática oración del Huerto de los Olivos… Y todo lo que tú ya sabes. Ya te puedes imaginar el dolor moral y físico para un Corazón que sólo quería amar al hombre y salvarlo del pecado. Y el hombre, los hombres, no aceptaban los planes de Dios. En esta Semana Santa vamos a recordar otra vez todos aquellos acontecimientos, pero me gustaría que los recordaras con gratitud a la Voluntad del Padre. No se trata de que me exhiban en cruces y escenas desgarradoras para fomentar el sentimentalismo. Me gustaría que esta Semana Santa sirviera para que muchos comprendan la importancia del pecado, el daño que este hace al mismo hombre, y lo que supone de ofensa al plan de Dios. Fue precisamente el pecado lo que ocasionó todo lo que estos días vamos a recordar y celebrar. Pero, yo te diría más, me gustaría que esta semana santa sirviera para que comprendieras tú, y todos, lo grande que es la misericordia divina. Lo mucho que queremos al hombre, nuestra imagen. Sí, grábatelo bien en tu corazón, todo lo que
Yo hice, eso que se va a recordar tantas veces en las calles estos días, fue por ti, y por todos. Por los que me conocen y me traicionan, y por los que no tienen las más remota idea de quien soy yo. No me importa. Los amo a todos. Los quiero a todos. No me gustaría servir de espectáculo para que estos días se diviertan, o se luzcan, los que no piensan como yo, los que no se acuerdan nunca de mí.
Yo te escribo a ti para suplicarte una cosa: si quieres de verdad darme una alegría, ayúdame a llevar la cruz pesadísima de los muchísimos pecados y aberraciones que hoy se cometen impunemente, y que están destrozando al ser humano. Me duele, pero vamos a ganarnos el corazón de los que pasan de largo, de los que miran indiferentes, de los que se divierten, de los que se ríen, de los que negocian… Y quiero consolar y agradecer los buenos sentimientos de aquellos que saben valorar que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo hacen por servirles y ayudarles a ser mejor. Me gustaría que esta Semana fuera de verdad Santa. Ven a mi lado y vamos a recorrer juntos el camino del Calvario.
Después nos veremos en la Resurrección para gozar juntos. Un abrazo. No me abandones.
Tu Amigo JESÚS